El día 12 de junio de 1518 el Cabildo de Tenerife nombra alcaldes para los pueblos de San Andrés y Taganana.
El Cabildo de la Isla otorgó estos cargos debido a la floreciente población y economía que por ese tiempo ofrecían ambas zonas (que recogían en sus términos una gran parte de la superficie de Anaga).
Es un día para recordar y para enorgullecernos de nuestro pasado, tiempos que muchos desconocen y que otros intentan hacernos olvidar. No dejemos que esto ocurra, pues un pueblo sin pasado no puede tener un futuro.
Recordemos en estos días que Taganana y San Andrés fueron independientes de Santa Cruz mucho más tiempo del que han pertenecido a la capital, con la que sólo nos une poco más de un siglo de los 500 años de nuestra Historia.
Salimos adelante por el esfuerzo de nuestros antepasados, que lucharon en una tierra difícil para que hoy podamos vivir más cómodamente.
Anaga siempre ha tenido que luchar, y se acercan tiempos en que deberemos mirar atrás para coger el impulso necesario con el que podamos alcanzar un futuro como nosotros queramos, y no como otros quieren imponernos por la fuerza.
Por ello recuerda y celebra este día.
Siento bajo mis pies la tierra ésta, de aquellos que nos antecedieron,
olvidándonos de ellos como ellos lo hicieron de otros, un olvido impuesto por
quienes saben que la mejor forma de someter a un pueblo es amputar el
recuerdo, pues sin él no hay historia, leyenda, costumbres,
tradiciones… pueblo; sólo un vacío inmenso, y el creerse sin derecho a defender,
la tierra que nos pertenece.
Es ahora el momento de romper las cadenas y partir el yugo de la
sumisión, para retornar libres como pueblos,
y cruzar la frontera, y pasear por
nuestros campos abrazando el aire y tocando el sol con el rostro, empapados
de lluvia y vestidos de bruma, purificándonos en el océano y haciendo el
juramento que nos aliente a ponernos en defensa de un pueblo, fragmentado
en lo físico, pero con unos lazos de unidad que van más allá de lo humano.
Salgamos del letargo impuesto por nuestro propio miedo, que nos
enmudece y nos impide alzar nuestras voces, porque la palabra que sale del
corazón es una espada de corte agudo que debe deshacer nuestros vínculos con
una administración que jamás, jamás, jamás ha mostrado por nosotros interés alguno.
Autor: Luján González Izquierdo (Taganana)
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